En Trujillo, el valle de chicama, en el siglo XX, se habían instalado tres grandes familias europeas, las cuales dominaron el mercado de azúcar con sus grandes compañías. Estas fueron los Larco con su compañía Roma (de descendencia italiana, con apoyo de capital inglés), los Gildemmeister con su compañía Casa Grande (de descendencia alemana) y la Cartavio Sugar Company (apoyada por la poderosa firma comercial en Lima, la W.R. Grace and Company). En 1901, estas compañías convencieron al Gobierno de la necesidad de establecer una escuela nacional de agricultura, con el propósito de aprender para poder competir con la industria exterior. Con la escuela ya impuesta en Lima, en toda la costa, se marcó el comienzo de una nueva era de innovación tecnológica en el complejo de exportación agraria de la nación.
Por ejemplo, en 1907, los hermanos Larco instalaron un sistema ferroviario para que las cañas de azúcar puedan ser trasladas de forma eficiente al puerto para su exportación a Italia e Inglaterra. Por otro lado, los Gildemeister se unieron a un gran consorcio alemán, la cual le ofreció fondos necesarios para la expansión y modernización. Además, les enviaron técnicos alemanes, de Bremen, para mejorar la eficiencia de Casa Grande, lo cual permitía extraer diariamente 3000 toneladas de azúcar, las cuales, eran enviadas a Alemania.
Al estallar la primera guerra mundial, las empresas azucareras ya se encontraban listas para satisfacer las nuevas demandas de azúcar. Entre 1914 y 1919, las exportaciones de azúcar no se elevaron considerablemente (variaban entre las 1500 y 2600 toneladas), mas su valor sí lo hizo, ya que la escasez originó que los precios se elevaran de 10 a 13 chelines en 1913, y en 1920 a la cuantiosa cifra de 65 chelines.
Durante esta época, las empresas poseían mayor dinero, lo cual permitió que incursionaran
en el sistema bancario y de seguro. Asimismo, permitió que, por ejemplo, Casa Grande compre los derechos en perpetuidad al puerto de Malabrigo, lo cual facilito aún más su exportación de azúcar. Por otro lado, permitió a las compañías absorber los pequeños hacendados que aún se mantenían, quedando solo dos gigantes: Roma y Casa Grande.
en el sistema bancario y de seguro. Asimismo, permitió que, por ejemplo, Casa Grande compre los derechos en perpetuidad al puerto de Malabrigo, lo cual facilito aún más su exportación de azúcar. Por otro lado, permitió a las compañías absorber los pequeños hacendados que aún se mantenían, quedando solo dos gigantes: Roma y Casa Grande.
Adicionalmente, contaban con una mano de obra barata, lo cual les facilitaba la cantidad de extracción y de exportación. La mano de obra era capturada a través del sistema de “enganche”, en donde un hacendado pagaba a un representante para que contrate a los operarios, quienes eran campesinos de la sierra:
“(…) El indio, ilusionado por la perspectiva de inmediata de recibir una importante suma en oro, generalmente aceptaba la oferta y firmaba un contrato que en la mayoría de casos no podía leer. (…) Después de acuerdos al contrato, el bracero podía dejar la hacienda, siempre y cuando hubiera cancelada las deudas contraídas. Esta ultima disposición muy a menudo resulto ser perjudicial para los intereses del indígena, porque después de aceptar la suma en oro que le entregaba el enganchador quedaba legalmente endeudado con pocas perspectivas (…) de poder cancelar la deuda” (KLAREN 1970:47)
Pero a partir de 1920, las empresas azucareras se vieron afectadas ya que Europa, luego de la guerra, volvió a formar parte de la potencia azucarera. Además, se comenzaba a tener los primeros sindicatos de trabajadores, los cuales organizaban huelgas por el mal trato y mal pago que recibían. A raíz de ello, dejaron de trabajar, lo que trajo consigo que las exportaciones decayeran de 12 millones de libras a 4 millones de libras. Estas empresas colapsaron en el año 1927 por dejar de percibir ganancias.
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